domingo, 30 de septiembre de 2012

Mural “El organito”



Alberti 1180 esquina San Juan

… “Y al triste son
de esa su canción
sigue el organito lerdo
como sembrando a su paso
más pesar en el recuerdo,
más calor en el ocaso.
Y allá se va
de su tango al son
como buscando la noche
que apagará su canción”...

Organito de la tarde
Música: Cátulo Castillo
Letra: José González Castillo



El mural fue realizado por el artista plástico Patricio Martin Antonio Mendiondo inspirado en el “organillero” personaje que andaba por el corazón del barrio.  En San Cristóbal se bailaba en la calle al son del organito que entonaba  habaneras, polkas , valsecitos  y llegarían con el tiempo algunos tangos.
Estos instrumentos dieron música a salones de baile, lugares de diversión, espectáculos teatrales, filmes, ferias y exposiciones, aunque el recuerdo más vigente está asociado a su presencia en las calles y carruseles de Buenos Aires y otras ciudades de la Argentina, como asimismo otros países  de Sudamérica.
El “organito rioplatense” vivió en la existencia de lo simple, en la cotidianeidad del barrio. En las amenas tardes de Buenos Aires, donde se imponía el monito y la cotorra que, entre melodías, extraían un papelito que anunciaba, salud, fortuna y amor. Quien más, quien menos, por entretenimiento, por curiosidad, se prestaba a ese juego y – como en una travesura – obtenía la recompensa de conocer su porvenir…
En su libro sobre el barrio de San Cristóbal, Jorge Larroca transcribe una nota de la revista “PBT” (1913)  (revista argentina dedicada al humor gráfico de corte político fundado por el periodista, humorista y poeta español Eustaquio Pellicer) sobre una mujer que tenía un depósito de organitos que alquilaba, en una casita de la calle Danel 1532,  que dice así : “Los órganos callejeros vienen todos de Italia, son un producto de exportación que se debe a la ciudad de Novara, donde existe una renombrada fábrica… La “Infanta Isabel” una mujer que no tiene nada en común con la princesa del mismo nombre, si se exceptúa el físico; una mujer de proporciones atléticas, maciza, que ha nacido para el mando, los compra a la firma introductora y lo alquila a la colonia de inválidos que ella misma hospeda y mantiene en su casa. Es un contrato de alquiler con derecho a quedarse con el instrumento, una vez terminado el pago de las cuotas. Todos los días, los que salen a la calle deben pagar diez pesos de alquiler a la Infanta. De otro modo no hay órgano disponible.”




 El último organillero fue Héctor Manuel Salvo “Manú Balero”, quien recorrió durante 30 años las calles de Buenos Aires con las cotorritas de la suerte  Teresita y Consuelo, adiestradas por él. Murió el 11 de septiembre de 1998.







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